La Vetusta Morla
Cuánto tiempo siguió vadeando, vadeando simplemente, no lo supo nunca Atreyu. Estaba ciego y sordo. La niebla se hacía cada vez más espesa y tenía la sensación de caminar en redondo desde hacía horas. No prestaba atención a donde ponía el pie y, sin embargo, nunca se hundía más arriba de la rodilla. De una forma incomprensible, el signo de la Emperatriz Infantil le mostraba el verdadero camino.
Entonces se encontró de pronto ante la falda de una montaña alta y bastante empinada. Subió por las agrietadas rocas y trepó hasta su cumbre redonda. Al principio no se dio cuenta de qué estaban hechas aquellas rocas. Sólo cuando llegó arriba del todo y echó una ojeada alrededor vio que eran enormes placas de cuerno, en cuyas grietas y hendiduras crecía el musgo.
¡Había encontrado la Montaña de Cuerno!
Sin embargo, no sintió ninguna satisfacción por aquel descubrimiento. El fin de su fiel caballito hacía que aquello lo dejara casi indiferente. Ahora tenía que descubri...